miércoles, 27 de julio de 2011

La Bestia

Santiago Flores emprende su travesía con anhelo y algo de angustia. Espera lo peor. Viajar en tren por México, ese que los inmigrantes llaman "La Bestia", le ha enseñado que cada mano levantada puede arrojar una piedra. Pero en los estados de Oaxaca y Veracruz descubre que la gente es amistosa.
Enrique está solo en la tolva, piensa en lo que dejó atrás y en la promesa que le hizo a su madre de poder llevar pan a su boca y a sus 6 hermanos.
Ha caído la noche y, al pasar por un pueblito, el tren hace sonar su silbato. Como ráfaga de viento, una docena de personas, en su mayoría mujeres y niños, salen corriendo de sus casas cerca de las vías. Llevan pequeños bultos. Ya están preparados.
Algunos inmigrantes se asustan. ¿Le arrojarán piedras? Comienzan a tirar los paquetes. Enrique atrapa uno. Es una bolsa azul, la abre y encuentra 3 panes y una botella de limonada. ¡Gracias! responde en la oscuridad. Hace dos días que no come, realmente esto le cayó del cielo.
A estas personas no le sobra, al igual que él se encuentran en situación de pobreza, viviendo con dos dólares al día y a veces menos...
De allí nace la solidaridad, la de compartir lo que se tiene, no lo que a uno le sobra.
Enrique se emociona. Es muy probable que no tenga éxito en su viaje, lo sabe. Pero esa noche ya no se siente un fantasma...

"Han aventado su corazón más allá de los muros, se han brincado fronteras custodiadas. Han llevado el vuelo del cóndor y del Quetzal. En la Patria del mañana, ayer fueron millones. Hoy serán muchos más. Sin nombre, sin rastro.
Les dieron muchos nombres: Mojados, wet backs e indocumentados. Los contemplé un día pasar bañando mi orilla, les pedí un aventón como extranjero entre cuates. Me subieron a un tren y mi camino sigue aún con ellos"
(Flor María Rigonni)