viernes, 14 de agosto de 2015

La mujer del obrero

    La mujer del obrero se encontraba en el patio de la pensión, lavando ropa. Era una chica joven, menudita y esmirriada. Los avatares de la vida y su mirada cansada la hacían parecer mayor. Llevaba el pelo recogido y un pañuelo en su cabeza. Del sucio delantal le colgaba una margarita que asomaba del bolsillo, pero no se la había regalado su marido, sino un guapo que vivía en el conventillo.
    Todos los días, mientras ella iba y venía con los quehaceres de la casa, cruzaban miradas en los pasillos. Nunca se dijeron una sola palabra. Ayer, por primera vez, el guapo se acercó y le regaló la flor. La mujer pensó en su esposo. En la ausencia diaria, en la borrachera que traería y cómo se las ingeniaría para que sus hijos no se despertaran. Esa flor sacudió en ella una ilusión olvidada, sentimientos dormidos. Imaginó, con la mirada perdida y las manos hundidas en el latón, cómo sería su vida con ese pretendiente.
    El ruido de unas botellas la hizo regresar al patio, era su marido que entraba entonado, gritando su nombre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario